Sobre la Paradoja del Goce del Futbol

“Esto es lo que significa ser un fanático: esperar décadas de desilusión y, sin embargo, no tener otra opción en materia de lealtad. Cada fin de semana reviso las páginas de deportes y mi ojo busca automáticamente el resultado de los Spurs. Si el equipo ha ganado el fin de semana se siente más rico. Si el equipo ha perdido se asienta una nube negra. Es patética. Es una adicción. Es un amor monógamo hasta que la muerte nos separe”. 
Salman Rushdie 1999: 118

 

Si a alguien le gusta, por ejemplo, el futbol ¿no sería lo más racional NO irle a ningún equipo, sino simplemente ver partidos de aquellos equipos que estén jugando bien en ese momento y así maximizar la posibilidad de ver buen futbol? ¿Es irracional irle a un equipo de futbol en consecuencia?

Espectadores de un partido de futbol en Velsen, Holanda
Nationaal Archief / Spaarnestad Photo, SFA001012566

En estos días he estado leyendo la tesis de Aurora Quiteiro sobre la paradoja de la ficción y noté ciertas similitudes con el fenómeno de irle a un equipo de futbol o de algún deporte similar. Esto porque la respuesta más común que he encontrado a esta pregunta involucra algún tipo de emoción positiva que por lo menos prima facie parece tener como componente cognitivo la creencia de ganar algo cuando gana el equipo al que uno le va. El problema es que a menos que uno haya apostado a favor de dicho equipo o alguna situación parecida, de hecho el fanático no ha ganado nada. Lo que significa que esta supuesta explicación parece tener como consecuencia que sí, que es irracional irle a un equipo de futbol porque es actuar como si uno ganara algo cuando su equipo gana a sabiendas que no es así.

Quienes conocen el debate alrededor de la paradoja de la ficción se darán fácilmente cuenta de que la analogía con lo que sucede cuando nos emocionamos al ver ganar al bueno de una película de ficción es total. En ambos casos, parece irracional alegrarse por algo que de hecho no sucedió. Ni ganamos nada cuando gana nuestro equipo ni triunfo el bien cuando gana el bueno de la película, porque dicho bueno ni existe ni los sucesos representados en la película son reales.

Una respuesta posible es argumentar que, de hecho, sí ganamos algo cuando gana nuestro equipo, sólo que dicha ganancia es más simbólica que material, especialmente si el equipo está asociado a otros elementos identitarios, como el equipo de nuestro país, escuela, gremio, etc. En estos casos, cuando nuestro equipo gana, sí hay una colectividad mayor a la que pertenecemos equipo y fans y por lo tanto hay un sentido genuino el que es cierto que ganamos y no ganaron. En estos casos, aun más, lo importante no es ganar sino pertenecer: el compromiso con nuestro equipo representa un valor mayor que el de compartir con ellos la victoria.  Daniel Wann ha producido evidencia empírica de que entre mas se identifica alguien con el equipo de, por ejemplo, su escuela , muestra “niveles significativamente más bajos de aislamiento y soledad, y niveles más altos de autoestima colectiva y emoción positiva.” (Wang 2006)

Otra respuesta posible es argumentar que mi paradoja descansa en un pseudo dilema ya que es posible disfrutar el buen futbol qua futbol y disfrutar las emociones asociadas a irle a un equipo. El que le vayas a un equipo no te detiene de disfrutar un buen partido juegue quien juegue. Empero, sí hay una tensión entre un objetivo y el otro – el que le vayas a un equipo te detiene de disfrutar un buen partido cuando el equipo que juega bien le está dando una paliza al tuyo, por ejemplo – a menos que decidas ver solo paridos que prometan ser buenos y apoyar un equipo solo en el contexto de dicho partido. En principio, es difícil decidir voluntariamente involucrarse emocionalmente con un equipo de manera temporal como para hacer la contemplación de un buen juego aun más intensa o interesante, a excepción que uno haya hecho una apuesta o algo por el estilo. Sin embargo, de hecho los fanáticos de verdad suelen menospreciar a los así-llamados villamelones que le van al equipo puntero sǿlo mientras va de puntero. El principal problema con esta respuesta, sin embargo, es que no responde a la cuestión original: independientemente de que también disfrutemos el buen futbol, sigue siendo necesario explicar si es racional irle a un equipo o no.

Es importante notar que no estoy diciendo que el gusto por el buen futbol y el irle a un equipo sean fenómenos absolutamente independientes: a qué equipo le va la gente depende también por lo menos en parte en qué tan bien jueguen; el problema es que no es nada raro, sino mas bien me parece la regla, que ambos criterios se disocien, es decir, aun si uno empieza a seguir a un equipo porque le gusta como juegan y disfruta especialmente sus partidos, por lo general uno le sigue siendo fiel aun cuando empieza a jugar mal o, simplemente, distinto. Este es el fenómeno que me interesa.


The Queenslander, August 1, 1935
State Library of Queensland

Sin embargo, creo que todo indica que sí hay una creencia (o tal vez algo más débil a una creencia, pero similar) injustificada (en el sentido epistémico tradicional) detrás de los fanáticos de equipos de futbol y similares. Y tal vez la razón por la cual nos cuesta aceptar la consecuencia de que seguir un equipo de futbol es racional es porque ignora que es por eso, es decir, por el efecto emocional que tiene esta creencia falsa que nos involucramos en esta práctica social que llamamos las ligas de futbol. Nos dejamos ir por nuestra tendencia natural a sentirnos co-partícipes de las derrotas y victorias de nuestro equipo precisamente porque valoramos las emociones que dicho dejarse ir nos produce. Y aquí es donde descansa la respuesta a la paradoja (y, ojo, también a la paradoja de la ficción): en que estas emociones irracionales hacen nuestro comportamiento racional.

En consecuencia, me parece que la mejor analogía es con un (buen) acto de magia. En un sentido, sí, la creencia de que el mago logró desaparecer el elefante es irracional en tanto sabemos que estamos frente a un acto de magia. Sin embargo, dejarse llevar por la ilusión es racional porque nos permite (1) disfrutar la emoción irracional a un nivel inconsciente y (2) admirar, a nivel consciente, el logro del mago de ilusionarnos. Así igual, dejarse llevar por la ficción es racional porque nos permite (1) disfrutar la emoción irracional a un nivel inconsciente y (2) admirar, a nivel consciente, el logro del escritor de ilusionarnos. Y finalmente dejarse llevar por la identificación con un equipo es racional porque nos permite (1) disfrutar la emoción irracional a un nivel inconsciente y (2) admirar, a nivel consciente, el logro del equipo de ilusionarnos.

La gente que conoce el trabajo que hemos estado haciendo Ángeles Eraña y su servidor sobre racionalidad no le va a sorprender leerme decir que la solución a la paradoja es adoptar una noción más evolutiva de racionalidad. Los mecanismos cognitivos que nos llevan a identificarnos con un equipo de futbol son (i) mecanismos falibles y que probablemente no tienen como función propia procesar información tan artificial y esotérica como la de que existen las ligas deportivas y cosas así, sino que tienen otra función importante dentro de nuestra cognición social y que el éxito del futbol y otros deportes parecidos se explica en gran parte por la apropiación y explotación de los sesgos que generan estos mecanismos y que (ii) en este caso generan una creencia falsa – que ganamos – inconsciente pero que nos reporta otros enormes beneficios socio-cognitivos y emocionales, por lo que aparece como racional una vez que ampliamos nuestra perspectiva sobre qué es racional y qué no lo es.


Esta hipótesis tiene aun mas sentido en un marco modular de la cognición, donde las emociones son procesadas de manera inconsciente, su dimensión cognitiva es sub-personal – y, por lo tanto, no necesariamente una creencia – y los procesos conscientes, como el saber que sólo estamos viendo una película o que realmente no somos parte de nuestro equipo, pueden reducir el efecto total de dicho aspecto cognitivo en, por ejemplo, nuestra acción. Es por eso que, por ejemplo, por mas mal que nos sentamos porque perdió nuestro equipo, podemos decirnos conscientemente que no fue más que un partido de futbol en el que ni siquiera jugamos y por mas que nos asuste una película casi nunca salimos corriendo del cine para escapar del asesino ficticio que aparece en pantalla.

De la misma manera, como la magia se apropia y explota los sesgos de nuestros mecanismos perceptuales y cognitivos para generar ilusiones, así también el futbol se apropia y explota los sesgos de nuestros mecanismos de cognición social para generar la ilusión de que ganamos, y así también la ficción se apropia y explota los sesgos de nuestros mecanismos cognitivos para generar la ilusión de que sus personajes merecen nuestra empatía.

Ilustración del libro "Athletics and football" (1894) de Montague Sherman


Agradezco mucho los más de cien comentarios, recomendaciones bibliográficas y argumentos de todos los que respondieron a mis preguntas originales en facebook. No presumo haberles hecho justicia a todos y me han dejado aún con mucho que pensar, pero sí se merecen gran parte del crédito de este texto:

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