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Mostrando las entradas de julio 5, 2018

Dos historias

Cuando era muy pequeña, cada domingo, después de misa, a mi novia la llevaba su madre a visitar a sus abuelos, los cuales vivían solos en una pequeña casa de piedra y teja. Como no tenían electricidad, la casa era muy oscura y tétrica para mi novia. Además, le servían siempre de comer sopa y, al abuelo, caldo de pollo. Para cuando llegaban a la casa de los abuelos, mi novia estaba ya en el segundo berrinche. El primero, porque la llevaban a fuerza a misa, y el segundo porque la llevaban a fuerza a ver a los abuelos. No quería ni saludarlos. Cuando recién me mudé a los Estados Unidos, compartí departamento con una pianista que se especializaba en acompañar cantantes. Así me hice de dos muy buenas amigas que estudiaban ópera. De casualidad, ambas se llamaban "Amanda" (aunque a una de ellas le decíamos "Amy" y a la otra su hermana – pero sólo ella, por lo que yo sé – le decía “Mandy”). Compartí apartamento con una de ellas por unos meses. La otra, aunque terminó