Contextualismos No Tradicionales


No hay nada controvertido en señalar que las oraciones no expresan condiciones de verdad por sí mismas, sino solamente cuando son usadas en un contexto (por ello, llamado “contexto de emisión”). El mismo enunciado emitido en diferentes contextos puede expresar diferentes condiciones de verdad, mientras que las mismas condiciones de verdad pueden ser expresadas por diferentes enunciados en diferentes contextos. Si dos enunciados expresan siempre las mismas proposiciones cuando son emitidos en los mismos contextos, se dice que tienen el mismo carácter. Las condiciones de verdaderas son satisfechas o no – y el enunciado correspondiente es verdadero o falso – dependiendo de cómo es el mundo. Para que se satisfagan estas condiciones a veces es necesario que se den hechos en circunstancias o tiempos distintos a los de emisión. Por ejemplo, si hoy afirmo que “mañana lloverá”, el contexto de emisión es hoy, pero para que lo que afirmé sea verdadero es necesario que llueva mañana, no hoy.

Esto podría sugerir que una vez que se emitió el enunciado, el contexto en el que se emitió el enunciado fija sus condiciones de verdad y éstas no cambian más. Por ejemplo, si señalo a alguien y digo que “él es Venezolano”. No importa qué suceda después, ya quedo fijo que la persona a la que referí como “él” es la persona que señalé. Una vez que ya sabemos a quién me refería con mi uso de “él”, lo que necesitamos averiguar para saber si el enunciado es verdadero ya no depende del contexto, sino del mundo en un sentido amplio. En este caso, depende de si esa persona es venezolana o no, y esto no es un asunto contextual.

La gran mayoría de los filósofos adoptan esta visión de la relación entre contexto y condiciones de verdad – que actualmente conocemos como “contextualismo deíctico” pues toma como ejemplo paradigmático de sensibilidad contextual a los deícticos. Sin embargo, en años recientes, filósofos como Richards, MacFarlane o Wilson han puesto en cuestión esta convicción tradicional. Para los primeros, no siempre es cierto que una vez que se emitió el enunciado, el contexto en el que se emitió fija sus condiciones de verdad y éstas no cambian más. Para estos filósofos, si bien es cierto que deícticos como “él” y otros similares sí se comportan como dice el contextualismo deíctico tradicional, también hay otros casos en los que las condiciones de verdad de un enunciado pueden cambiar conforme cambia el contexto en el que se sigue discutiendo o evaluando el enunciado (por eso MacFarlane llama a estos enunciado “sensibles a la evaluación”, en vez de simplemente “sensibles al contexto”). De manera análoga, para filósofos como Jessica Wilson, el contexto sigue siendo relevante para la verdad del enunciado aun después de que se han determinado sus condiciones de verdad. Ambas posiciones divergen del modelo tradicional de interacción entre lenguaje, contexto y mundo.

1. Contextualismo No-deíctico

Supongamos que Ernesto va de salida de su apartamento cuando se da cuenta de que no trae sus anteojos consigo. Su pareja, Lorenza, la espera en el pasillo impaciente pues les queda poco tiempo para llegar a su reservación en el Bistro de moda. Sin embargo, al último momento Ernesto vuelve a entrar al departamento. Como parte de su explicación de porque regresó, Ernesto le dice a Lorenza “Puede que haya dejado mis anteojos en la sala”. Según MacFarlane, mas allá de la necesidad de apelar al contexto de emisión para determinar de qué anteojos y sala se habla, por ejemplo, para interpretar el enunciado de Ernesto también es necesario apelar a su estado mental, como parte del contexto del enunciado en sentido amplio. Para determinar si lo que Ernesto dijo es verdadero o falso, mas importante que saber si los anteojos en cuestión se encuentran o no en la sala, es importante determinar si dicha posibilidad es consistente con lo que Ernesto sabe. Es claro que si Ernesto sabe que sus anteojos no están en la sala, pero los usa como pretexto para regresar al departamento por alguna razón que quiere esconder a Lorenza, entonces lo que dijo fue falso. Si, en contraste, sabe que no los tare consigo, pero recuerda que los traía puestos mas temprano y que desde entonces no ha salido del departamento, la posibilidad de que estén en la sala es genuina para él y lo que dijo, por lo tanto, es verdadero.

Supongamos ahora que al oír a Ernesto, Lorenza le respondiese: “No, claro que no. Yo los tengo. Me los diste a guardar después del desayuno.” En este caso, uno entiende bien que Lorenza diga – correctamente – que no es cierto lo que Ernesto dice, pues para ella, que sabe donde están los anteojos, no hay posibilidad de que estén en la sala. En otras palabras, el que los anteojos estén en la sala es incompatible con lo que Lorenza sabe y por ello, para ella, lo que dijo Ernesto es falso. Pero nótese cómo en este caso, lo que sucede no es que la misma oración sea verdadera en boca de Ernesto y falsa en boca de Lorenza, sino que el mismo enunciado, en boca de Ernesto, es verdadero desde la perspectiva de Ernesto y falso desde la perspectiva de Lorenza. En otras palabras, la relación entre el contexto y lo que puede ser no no es la misma que la relación entre el contexto y, por ejemplo, lo que esta cerca. Mientras que esta segunda depende del contexto de emisión (y en este sentido, es similar a la relación entre el contexto y otros deícticos como “él” o “aquí”), la primera es mas libre de cambiar conforme cambia lo que sabemos sobre el mundo Por eso, lo que dijo Ernesto, es decir, las condiciones de verdad expresadas por su enunciado, pueden cambiar conforme cambia nuestro conocimiento sobre la ubicación de los anteojos de Ernesto. Esto significa que lo que Ernesto dijo puede no cambiar y aun así ser verdadero en un momento y falso en otro.

Para muchos filósofos, la posición que defienden Richards y MacFarlane es absurda, pues daría pie a un relativismo en el cual lo que es verdadero o falso puede cambiar desde diferentes perspectivas. MacFarlane, por supuesto, no ve nada absurdo en ello (y creo que tiene razón, como señalo en Barceló 2012 y manúscrito) y en algunos de sus escritos no tiene empacho en llamar a su posición un relativismo. 

2. Contextualismo No-Lingüístico

En la visión tradicional, el contexto provee información útil y necesaria para determinar las condiciones de verdad del enunciado emitido, pero una vez que hemos determinado dichas condiciones, si el mundo las cumple o no ya no depende del contexto sino simplemente si las cosas son como el enunciado dice. Según contextualistas no-lingüísticos como Wilson, en cambio, a veces también es necesario apelar al contexto para determinar si las condiciones de verdad se satisfacen o no. El ejemplo que usa Wilson (y Colomina-Almiñana 2018) es el de los colores. Supongamos que Lorena dice “Me pinté las uñas y me quedaron todas del mismo color.” Es obvio que necesitamos saber quién habla para determinar de las uñas de quién hablamos. Esto no es controversial. Sin embargo, para el contextualista no-deíctico, una vez que determinamos las condiciones de verdad del enunciado, es decir una vez que hemos determinado de qué objetos hablamos y qué propiedades y relaciones les predicamos – una vez que determinamos de qué hablamos y qué decimos de eso – sigue siendo necesario poner atención al contexto para determinar si dichos objetos son como el enunciado dice, es decir, si tienen las propiedades y relaciones que el enunciado les predica. En otras palabras, el contexto no sólo es necesario para determinar las condiciones de verdad del enunciado, sino también para determinar si dichas condiciones se cumplen o no. Esto se debe a que la relación misma de ser del mismo color es una propiedad que los objetos sólo pueden tener desde una perspectiva y esta perspectiva la da el contexto. Independientemente del contexto, las uñas no son ni del mismo color ni de diferentes colores. Sólo una vez que tomamos en cuenta el contexto, es cierto o no que las uñas de Lorena son del mismo color.

Aun más, como este elemento contextual – la perspectiva desde la cual se evalúa si dos superficies son del mismo color o no – no está ligado a ningún elemento propiamente lingüístico sino a las propiedades y relaciones cromáticas que nuestras palabras expresan, no está tampoco ligado de manera exclusiva al contexto en el que se emite el enunciado. Está libre para cambiar conforme la conversación continúa o la situación desde que se evalúa el enunciado cambia, tal y como lo señalan los contextualistas no-deícticos.


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