¿De qué te ries?

¿Qué diferencia hay entre reírse de un buen chiste y reírse de un mal chiste?

¿O entre no reírse de un buen chiste y no reírse de un mal chiste? 

Se me ocurren por lo menos cuatro posibles respuestas:


  1. Uno: No hay ninguna diferencia. La risa es la misma. Independientemente de que tan bueno haya sido o no el chiste, si te hizo reír, te hizo reír. La diferencia entre un buen chiste y un mal chiste está en otro lado. Tal vez un buen chiste haga reír a mas gente, pero esta diferencia sería externa a la risa que rte provoca el chiste, la cual, a fin de cuentas, es la misma.
  2. Dos: La pregunta no tiene sentido porque presupone que los malos chistes también hacen reír. En otras palabras, si te hizo reír, no era un mal chiste. [No me convence mucho esta opción, pero la menciono].
  3. Tres: Sí hay una diferencia, y es descriptiva. Tal vez una risa sea mas profunda o intensa que la otra, por ejemplo, pero no hay nada malo/mal en reírse de un mal chiste o no reírse de uno bueno.
  4. Cuatro: Sí hay una diferencia, y es normativa. Sí hay algo malo/mal en reírse de un mal chiste o no reírse de uno bueno. Y la diferencia suele conceptualizarse filosóficamente en términos, o bien de algo así como “(buen) gusto” o algún tipo de sensibilidad estética bien calibrada. 


Tradicionalmente, esta normatividad suele modelarse analógicamente a la normatividad epistémica, de tal manera que lo correcto de reírse de un buen chiste depende, por lo menos en parte, en el responder adecuadamente a cierta propiedad normativa del propio chiste, algo así como su “chistosidad” o “graciosidad”. En palabras llanas, es correcto reírse de un buen chiste porque es chistoso.



Como bien ha señalado Santiago Echeverri, el problema con estas maneras de tratar de explicar qué tiene de malo no reírse de un buen chiste (o reírse de uno malo) es que depende de la postulación de este tipo de propiedades normativas como la “chistosidad” característica de los buenos chistes. Un millón de problemas ontológicos se desprenden de esta postulación, especialmente el tener que explicar cómo se relaciona con las propiedades no normativas del chiste, es decir, tener que explicar qué hace a un chiste chistoso. 


Este tipo de estrategia, además, nos acerca a un círculo vicioso, pues no parece que hemos avanzado mucho del primer problema, dado que ahora podemos preguntarnos:


¿Qué diferencia hay entre reírse de un chiste chistoso y reírse de uno que no lo es?


¿O entre no reírse de un chiste chistoso y no reírse de uno que no lo es? 


En otras palabras, postular la existencia de una propiedad normativa no parece sino meramente nombrar el problema y no darle una solución genuina.

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