¿Porqué se toca tanto la guitarra?


Durante el examen de candidatura de José Miguel Ordoñez, Carlos López Beltrán hizo una pregunta muy interesante:

¿Qué pasó con la guitarra que lo hizo un instrumento tan exitoso (en el nicho cultural en el que lo es)?

Durante el examen aprendí, entre otras cosas, que la evidencia histórica muestra que el elemento ( la parte ) mas éxitosa de la guitarra es el diapasón en tanto ha sido el que más se ha ‘heredado’ a otros instrumentos. Ergo, prima facie, una pensaría que el diapasón juega un papel central en explicar el éxito de la guitarra. No debemos olvidar que el diapasón es una interfaz y cómo tal, su éxito debe poder explicarse en los mismos términos en los que típicamente explicamos el éxito de otras interfaces – tanto otras interfaces músicales como las boquillas o las teclas, como interfaces no musicales como los manubrios o las pantallas. Aquí será esencial apelar a los aspectos ergonómicos de la guitarra, el hecho de que parte de porqué la guitarra es como es – tiene la forma que tiene, está hecha con la materia con la que está hecha – es porque nosotros, los que tocamos, somos como somos – tenemos la forma que tenemos, pensamos como pensamos.

Pero también hay factores socio-étnicos que probablemente afectaron la adopción de la guitarra como instrumento paradigmático dentro de tantos géneros y prácticas musicales populares. El hecho de que otros instrumentos se tocaban de cierta manera, produciendo ciertos sónidos, y había espacios sociales para su uso probablemente explique porque la guitarra se pudo insertar en las prácticas musicales existentes y transformarlas de tal manera que, ahora, ocupa un lugar central del cual sería difícil desplazarla. Por ejemplo, la guitarra permitió la generación de sonidos – por ejemplo, acordes – que ya eran valiosos dentro de la música popular de una manera mas sencilla que otros instrumentos disponibles en ese momento. La guitarra además, podía tocarse tanto sola como con acompañamiento de otros instrumentos, y esto debe leerse tanto en el sentido de que los sonidos que podían producirse con ella  – te permite hacer bajos, armonía y melodía a la vez – sin dificultad excesiva eran suficientes para encajar en lo que en su momento y hasta la fecha llamamos música como en el sentido de que eran lo suficientemente placenteros como para justificar su existencia (y el esfuerzo de comprarla, aprender a tocarla, etc.). Otro factor socio-histórico importante son los factores que permitieron su difusión a través de diferentes espacios culturales. En este caso, estamos hablando, como me indicó Rafael Olvera, “la expansión y consolidación de territorios Ibéricos en América”.

Finalmente, creo yo que no podemos soslayar que un buen instrumento musical es como un buen juguete. Su curva de aprendizaje debe tener una cierta forma tal que al principio debe ser lo suficientemente fácil para enganchar al ejecutante, pero luego lo suficientemente difícil como para generar el tipo de retos que mantienen al ejecutante enganchado y permite generar una brecha interesante entre ‘tocar’ y ‘tocar bien’.

En otras palabras, hubo un cambio conceptual en cómo se concebía la música – del sistema modal al sistema tonal, de producir melodías o pensar en acordes – al mismo tiempo que un cambio tecnológico – el surgimiento de la guitarra, pero no es que esa nueva manera de concebir la música no se pudiera llevar a cabo con los instrumentos anteriores, sino que simplemente no se hacía, de hecho, y que como empezó a hacerse ahora con el nuevo instrumento – la guitarra – el éxito de la nueva concepción se traduce en el éxito del nuevo instrumento.

La guitarra deviene instrumento no por razones intrínsecas, es decir, no porque sea físicamente muy distinto al resto de los instrumentos de cuerda de la época, sino porque lo que se destacó fue su uso. Por eso la guitarra pasó de ser ‘un tipo de vihuela’ a ser un instrumento distinto de la vihuela.
La guitarra suena suave y eso no le permite fácilmente adaptarse a las necesidades de la composición orquestal.

Cuando dirigía mi tesis de doctorado, el Dr. McCarty siempre me insistía en no caer en la tentación de dos extremos historiográficos: el constructivism social radical donde los únicos agentes causales históricos eran colectivos, es decir, donde eran las comunidades las que guiaban la evolución histórica de nuestras prácticas, y el hagiografismo de pensar que son los grandes próceres los que escriben la historia. El arte de la buena historia, aprendí de él, consiste en armonizar ambas perspectivas.

Estos fueron algunos de los pensamientos que nos surgieron tras leery discutir los avances de doctorado de José Miguel Ordoñez Gómez.

Gracias a Rafael Olvera, Gustavo Ortíz, Carlos López, Rafael Peralta, el ‘Santo del Rock’, y los demás que dejaron comentarios en facebook a mis preguntas sobre este tema.

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