¿Quién le teme a la filosofía segunda?

No es exagerado decir que los defensores de la filosofía segunda no parecen tener una motivación mucho más fuerte que su actitud ética de modestia ante la realidad. A decir verdad, no es difícil reconstruir cualquiera de sus argumentos en la forma de un sermón que denuncia la soberbia del filósofo que piensa haber descubierto las leyes fundamentales de la realidad al margen del quehacer científico. Por otro lado, sin embargo, modestia no es exactamente el adjetivo que salta a la mente cuando uno piensa en la obra tardía de Wittgenstein, y sin embargo, la filosofía segunda explícitamente emana de ciertas posiciones meta-filosóficas del pensador austriaco (aunque, dado que estamos hablando de Wittgenstein, claramente no de todas, cf. Kenny 1990: 92-3), como cuando, en las Investigaciones Filosóficas, dice que la filosofía “también deja la matemática como está” (I §124).



En particular, el anti-revisionismo toma de la meta-filosofía Wittgensteineana la idea de que a lo que mas podemos aspirar no es a resolver nuestras preguntas metafísicas o epistemológicas, sino a lo más a disolverlas. Algo similar propone Penelope Maddy y pensadores similares: mostrar que en vez de tratar de producir una gran teoría metafísica-epistemológica de la matemática, el filósofo debe darse cuenta de que tal empresa no es necesaria, que la matemática está bien como está, que poco a poco iremos develando la estructura de la realidad matemática sin tener que hacer nada más que matemáticas. 
Revelar esto sería un gran avance filosófico sin duda, pero no es claro cómo piensa el anti-revisionista lograrlo. En este sentido, debemos recordar que el naturalismo es, ante todo, un proyecto, un compromiso metodológico, mas que una doctrina o una teoría. Penelope Maddy se ha tomado en serio este compromiso y ha tratado de convertirlo en teoría, pero no es nada fácil. Tomemos, por ejemplo, la pregunta ontológica de qué es lo que existe. Parece ser que la respuesta que debe dar el anti-revisionista es que, por lo menos, existen aquellos objetos de los que tenemos teoremas de existencia, es decir, aquellos de los que se ha probado matemáticamente su existencia. Pero, ¿significa esto entonces que el anti-revisionista es, en el fondo, un formalista para quien la verdad no es sino prueba y la existencia, por lo tanto, prueba de existencia? (Tiles 2011) Parece ser que el anti-revisionista enfrenta un dilema espantoso: por un lado, no parece poder decir que sí, pues tiene también el compromiso de respetar la actitud ontológica del matemático que es que no crea sus objetos, sino que los descubre; pero tampoco puede decir que no, pues entonces pierda la distancia que según ella la distinguía de las posiciones filosóficas tradicionales ya que enfrenta los retos tradicionales del realismo matemático, es decir, tener que conciliar el hecho de que descubrimos la existencia de objetos matemáticos haciendo pruebas formales y, sin embargo, esta existencia es independiente de nuestro quehacer matemático. 
Pero eso no significa que también sea cierto que debemos ser modestos y que esta modestía debería manifestarse por lo menos algunas veces en forma de silencio. Tal vez es cierto que hay preguntas filosóficas que no tienen respuesta, o preguntas que, sin llegar a ser sinsentidos, no podemos responder ni podemos siquiera acercarnos a responder. Se dice mucho que los humanos tenemos un sesgo en contra de la inacción: sentimos que debemos hacer algo, lo que sea aun cuando no sepamos qué hacer o, peor aún, tengamos buenas razones o evidencia disponible de que lo que podríamos hacer no serviría de mucho o hasta sería contra-producente. Tal vez eso es lo que sucede cuando hacemos filosofía de las matemáticas: así como el portero según el famoso estudio de  Michael Bar-Eli y sus colegas (popularizado por Clive Thompson), preferimos lanzarnos para tratar de detener el tiro de penalty, aunque esto en realidad disminuya la posibilidad de que logremos detenerlo, que la gente nos vea quedarnos quietos mientras las pelota entra en la portería. Preferimos seguir escribiendo sesudos ensayos filosóficos, aunque tal vez no logren sino enturbiar nuestro entendimiento de esta ciencia, que quedarnos con las manso cruzadas ante el misterio de la existencia y el conocimiento de entidades matemáticas.

Referencias:

Bar-Eli, Michael; Azar, Ofer H.; Ritov, Ilana; Keidar-Levin, Yael y Schein, Galit (2007) “Action bias among elite soccer goalkeepers: The case of penalty kicks”, Journal of Economic Psychology, 28(5): 606-621
Kenny, Anthony (1990) El legado de Wittgenstein, Siglo XXI.
Thompson, Clive (2008) 'Goalkeeper Science', New York Times, diciembre 12.
Tiles, Mary (2011) Review of Penelope Maddy’s Defending the Axioms: On the Philosophical Foundations of Set Theory, Norte Dame Philosophical Reviews, https://ndpr.nd.edu/news/defending-the-axioms-on-the-philosophical-foundations-of-set-theory/
Wittgenstein, Ludwig (1945-9) Investigaciones Filosóficas, Instituto de Investigaciones Filosóficas, UNAM, y Secretaría de Cultura, 2017.

Comentarios

  1. Creo que en el texto se da a entender que el responder satisfactoriamente nuestras preguntas epistemológicas y metafísicas sobre la matemática resulta necesariamente en un cambio en su contenido, una revisión que "no las deja como estaban". Sin embargo, creo que es posible intentar responder dichas preguntas sin que se llegue a una revisión de las proposiciones matemáticas mismas, digamos, en sí. Me parece que tal sería el proceder de una fenomenología husserliana de la matemática. Se trataría de una comprensión de los conceptos centrales de la matemática vía un análisis reflexivo intencional (hablo aquí con mucha holgura). Esta comprensión no pretendería (incluso, no podría pretender) cambiar el contenido actual o incluso potencial de los conceptos, objetos y teorías matemáticas.

    Por otro lado creo indudablemente que la modestia es una virtud intelectual insoslayable, pero creo que debemos ser cautos de no llevarla al extremo de un escepticismo o agnosticismo que simplemente admita que hay preguntas que no se pueden responder sin más. Considero que quien sostiene esta posición (y ahora abogo a otra virtud intelectual), por honestidad intelectual, tiene la carga de la prueba de demostrar por qué esas preguntas no se pueden contestar; como lo hizo Kant, el primer Carnap, e incluso Husserl mismo en algún sentido. Por supuesto esto no es decir que hay que sostener dogmáticamente la existencia de la respuesta, sino, más bien, reafirmar la necesidad de la investigación filosófica ¿primera?

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    1. Tienes razón en preguntarte si la pregunta de si tiene sentido una filosofía primera puede siquiera resolverse sin hacer filosofía primera, pero Maddy apuesta a que sí: no argumentando en abstracto como lo he hecho yo aquí, sino MOSTRANDO que se puede hacer buena filosofía segunda de la matemática y así mostrar que la filosofía primera es innecesaria. Tú identificaste muy bien el que la cuestión es quién tiene el peso de la prueba y lo que hace Maddy precisamente es mover el peso de la prueba de su lado al del filósofo primero.

      Mil gracias, excelente comentario

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