Metas y Medios
Hace unos meses, tuve la oportunidad de escuchar a Miriam Schoenfield decir algo muy obvio, pero no por ello poco profundo también sobre la epistemología. Decía que, si uno valora la verdad, para la pregunta ¿qué debemos creer? había una respuesta simple y obvia: Debemos creer lo que es verdad. Lo cual es completamente cierto, pero me hace pensar que esa no es la pregunta correcta que hacerse en epistemología. Pero si no es esa la pregunta, ¿cuál es?
Permítaseme poner otro ejemplo completamente análogo pero mas obvio y hasta gracioso. Supongamos que alguien presumiera saber la manera de hacerse rico en la lotería, es decir, qué debemos hacer para hacernos ricos jugando la lotería y le preguntaremos cual es esa manera. Supongamos entonces que su respuesta fuera “apostar siempre al número ganador”. En sentido estricto, lo que nos dice es cierto. Apostar siempre al número ganador es una manera infalible de hacerse rico jugando a la lotería. Efectivamente, si apostamos siempre al número ganador, haremos muchos dinero en la lotería. Sin embargo, es claro que eso no es lo que pedimos cuando preguntamos por la manera de hacernos ricos en la lotería. Lo mismo sucede con la pregunta ¿qué debemos creer? Responder que debemos creer la verdad no nos dice lo que queremos, aun cuando es cierto; y esto es así porque lo que estamos pidiendo no es meramente cualquier propiedad que aquello que debamos creer tenga y lo distinga de lo que no debamos creer. En otras palabras, no pedimos una re-descripción de nuestras metas, lo que estamos pidiendo es algo así como un método, un mecanismo, una manera de lograr dichas metas. ya conocemos la meta y lo que pedimos es los medios. En otras palabras, necesitamos algo que nos permita guiar nuestro comportamiento y deliberación. Necesitamos una caracterización de qué hacer, qué creer, qué decidir, etc. en términos de recursos que nos sean efectivamente disponibles, es decir, que no sean excesivos, que tengamos acceso a ellos, e idealmente podamos controlarlos.
Con esta idea en mente, permítaseme introducir una distinción entre dos maneras de hablar de lo que debemos de hacer (o, en general, de usar lenguaje normativo). Llamaré trascendentales a enunciados normativos como el ya mencionado “debemos creer cosas verdaderas”, para contrastarlos con enunciados normativos inmanentes como, por ejemplo, “debemos creer sólo aquello para lo cual tenemos absoluta certeza”. Aun cuando ambos tipos de enunciados nos dicen qué debemos de hacer, las diferencias entre ellos son sustanciales. Si bien los primeros nos sirven para establecer las metas de nuestro actuar, no sirven de mucho a la hora de determinar los medios para alcanzar dichos fines. Esto se debe a que el vocabulario que se usa para describir dichas metas trasciende nuestras capacidades – de ahí que haya decidido llamarlas “trascendentales”. la noción de ‘verdad’ nos trasciende de una manera que la de ‘certeza’ no lo hace Que una creencia que tengamos sea verdadera o no depende de manera sustancial en cosas que no están bajo nuestro control o acceso mientras que la certeza, en tanto carácter subjetivo de nuestro estado mental, es de fácil acceso.
Con esta distinción en mente podemos dar una caracterizaciónn más precisa de lo que queremos decir por “infalibilismo”. El infalibilismo es la tesis de que un enunciado normativo inmanente es verdadero sólo si garantiza el cumplimiento de una regla trascendente. En otras palabras, lo inmanente debe garantizar lo trascendente. Esta caracterización hace mas precisa la idea de que, para el infalibilista, solo son validos aquellos medios que nos llevan de manera infalible al logro de nuestros objetivos. En contraste, el no infalibilista acepta que puede haber enunciados normativos inmanentes verdaderos pese a que no garantizan el cumplimiento de normas trascendentales expresarles sólo en lenguaje trascendental.
Nótese que la distinción se aplica no sólo en el campo de la epistemología. Supongamos que alguien quisiera responder a la pregunta, de naturaleza ética, de ¿cómo debemos comportarnos? diciendo que debemos actuar de tal manera que nuestras acciones produzcan el menor daño a otras personas. Aun si fuera cierto que efectivamente siempre la mejor via de acción sea aquella que reduce el menor daño resultante, la respuesta no nos permite para decidir qué hacer y en este sentido, tampoco nos es útil. Es una respuesta trascendente. Lo que buscamos es una caracterización de lo que debemos hacer en términos de cosas que tengamos disponibles y de las cuales tengamos control. Como no podemos saber por completo cuales serán las consecuencias de nuestros actos ni podemos controlarlas por completo no podemos usar esta caracterización de nuestro deber para guiar nuestro comportamiento. Necesitamos una caracterización inmanente de nuestros deberes morales.
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