¿Porqué pensar que sólo lo que existe es real?


Tradicionalmente suele pensarse que sólo lo que existe es real. Para muchos, es absurdo pensar de otra manera. Sin embargo, y tal vez por la misma razón, es difícil encontrar argumentos sustanciales a favor de esta tesis metafísica fundamental. En general, podemos identificar dos estrategias básica de respuesta: Lo inexistente no es parte de la realidad…
  1. porqué está de mas, es decir, una vez que hemos determinado todo lo que es y todo lo que existe, no queda más que decir: una vez que sabemos todo lo que existe, sabemos también que nada más existe.
  2. Porqué hay algo en lo existente que lo hace real (y que es necesario para que algo sea real y está ausente en lo inexistente).
Desafortunadamente, hay problemas con ambas estrategias:
  1. Si bien hay un ejército de filósofos tratando de dar cuenta de qué tratan todos los enunciados negativos verdaderos apelando sólo a cosas que existen, el esfuerzo sigue siendo infructífero. Uno de los problemas fundamentales de esta estrategia ha sido dar cuenta de las totalidades. Aun si sumamos todos los hechos positivos que se supone componen la totalidad de la realidad, necesaitaríamos además añadir el hecho extra de que eso es todo, es decir, que no hay nada más y éste no parece ser un hecho positivo él mismo, sino uno negativo. De otra manera, la suma de todos los hechos positivos no conformaría una realidad unitaria.
    Además, hay razones para pensar que lo que no es, no es simplemente el complemento de lo que es, en tanto puede haber casos que ni son ni no son (por ejemplo, casos de futuros contingentes que aún están indeterminados como quién ganará las próximas elecciones o casos intermedios de predicados vagos como si la miel de abeja es líquida o sólida).
  2. Tampoco se ha logrado encontrar algo en lo existente –y ausente en lo inexistente– que garantice su realidad y que, al mismo tiempo, podamos argumentar que es necesario para ser real sin caer en una petición de principio. Es claro que nuestras explicaciones mas exitosas apelan tanto a cómo son las cosas como a cómo no son. Cotidinamente decimos cosas como “mis flores se marchitaron por falta de agüa” o “…porque no las regué”. Esto significa que los que rechazan la realidad de lo inexistente deben apelar a otra condición de realidad que no sea la tradicional, a saber, formar parte de nuestras mejores explicaciones del mundo. Por ejemplo, uno de los candidatos mas socorridos ha sido la causalidad, pues se ha tratado de argumentar que sólo lo que existe puede participar en relaciones causales, es decir, tener causas o efectos.   
          Desafortunadamente, poca gente está convencido de que la causalidad es condición necesaria para la realidad y, además, tampoco es claro que lo inexistente no participe en relaciones causales. Por ejemplo, sabemos que la causa de que nuestras flores se hayan marchitado fue que no las regamos. Es decir, lo que causo que las flores se marchitaran no fue nada que sucedió, sino algo que no sucedió. Además, la relación causal es en sí misma dualizable, de tal manera que si la presencia de X causa la presencia de Y, entonces la ausencia de Y causa la ausencia de X, lo que nos dice que la noción de causalidad es en sí misma neutra entre lo existente y lo inexistente y ha sido solamente cierta interpretación tradicional la que ha asociado la causalidad con la existencia. Similares dualizaciones están disponibles para otras relaciones filosóficas importantes como la de consecuencia lógica, fundamentalidad, etc.

            Otra de las características que se piensa tiene lo existente y que lo hace por lo menos mas fundamental que lo inexistente es que es más simple. Sin embargo, hay razones para pensar que la noción de simplicidad a la que apelan los que argumentan así no es neutral (respecto a o existente y lo no-existente) sino que está sesgada a favor de lo existente. Esto se debe a que para cualquier manera de representar la relación entre lo existente y lo no-existente que haga parecer a lo existente como simple y a lo no-existente como complejo hay una manera dual de representar la misma relación que haga parecer a lo existente como complejo y a lo no-existente como simple. Por ejemplo, se ha argumentado que lo que existe es mas simple, porque por cada cosa que es de una manera no es de muchas maneras (que podría haber sido, pero no es). En este sentido, lo que realmente es es siempre específico, mientras que lo que no es es siempre general e indeterminado. Tomemos por ejemplo el tiempo. A la pregunta de ¿qué horas son? hay una y sólo una respuesta positiva (correcta), pero si quisiéramos comunicar la misma información de manera negativa necesitaríamos una conjunción (por lo menos potencialmente) infinita de enunciados negativos (correctos). Si son las 7:06pm, por ejemplo, no son las 12:00, ni las 12:01, ni las 12:02, ni las 12:03, etc. Es por ello que podemos concluir que mientras que el enunciado positivo “Son las 7:06” sí corresponde con algo real y existente, enunciados negativos como “No son las 12:15” sólo contienen información parcial sobre ese mismo hecho real existente.
            Sin embargo, al igual que en el caso de la causalidad, este tipo de argumento puede fácilmente dualizarse para convertirse en un argumento a favor de la tesis contraria, es decir, de la tesis de que lo que existe es mas complejo que lo que no existe, porque cada cosa que no es de una manera puede ser de muchas otra. En este sentido, lo que realmente es es siempre específico, mientras que lo que no es es siempre general e indeterminado. Tomemos el mismo ejemplo del tiempo. A la pregunta de ¿qué horas no son? hay una y sólo una respuesta negativa (correcta), pero si quisiéramos comunicar la misma información de manera positiva necesitaríamos una disyunción (por lo menos potencialmente) infinita de enunciados positivos (correctos). Si no son las 7:06pm, por ejemplo, o son las 12:00, o las 12:01, o las 12:02, o las 12:03, etc. Es por ello que podemos concluir que mientras que el enunciado negativo “No son las 7:06” sí corresponde con algo real e inexistente, enunciados positivos como “No son las 12:15” sólo contienen información parcial sobre ese mismo hecho real inexistente.

             
    Estos dos argumentos son duales, de tal manera que es muy difícil tratar de argumentar que el primero es correcto y el segundo no, sin apelar a alguna petición de principio que favorezca lo existente o lo inexistente como lo único real. Es por eso que habemos quienes concluimos que lo inexistente forma una categoría ontológica al mismo nivel de realidad que lo existente.
              Este tipo de argumentación es interesante pues no muestra directamente que el argumento contrario está equivocado, sino que se basa en mostrar que dicho argumento depende de cierta manera de representar las cosas que es contingente y por lo tanto, no revela las cosas tal y como son. Recordemos que, como bien señaló Meinong, lo que es real es objetivo, es decir, es cómo es independientemente de cómo lo veamos, pensemos o describamos. Por lo tanto, si la simplicidad de lo existente depende de cómo se represente, entonces no podemos concluir que es real y, en consecuencia, no podemos sacar consecuencias ontológicas de ella.

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