Acuerdos y Desacuerdos

¿Qué es aceptar algo? ¿Algo intento que sucede en nuestra mente? ¿O algo esencialmente social que hacemos constantemente al conversar? A lo largo de la historia de la filosofía occidental, y claramente en la filosofía contemporánea coexisten ambas respuestas, correspondientes a dos tradiciones de pensar el lenguaje bien conocidas: Para la primera tradición, aceptar es esencialmente adoptar una actitud positiva frente a una manera en que podrían ser las cosas. La actitud paradigmática de aceptación es la creencia, pero para muchos en esta tradición, no es la única.  Para la segunda tradición, en contraste, aceptar es ante todo un acto, algo que hacemos frente a otros. Mientras que en la primera tradición, lo que aceptamos es una manera en que podrían ser las cosas, comúnmente llamada “proposición”, en esta segunda tradición, lo que aceptamos es, paradigmática, lo que alguien mas nos dice. Aceptar lo que alguien nos dice, en esta segunda tradición, es adoptar un compromiso con esa persona de seguir la conversación de cierta manera y no otra (por ejemplo, cuestionado su afirmación). En contraste, en la primera tradición, el ejemplo paradigmático de aceptación es la que resulta del testimonio de nuestros sentidos. Aceptamos algo porque lo constatamos con nuestros propios ojos. Pero no es un accidente que usemos la expresión “el testimonio” para hablar de este tipo de aceptación. Esta costumbre la heredamos de la segunda tradición, según la cual la información que recibimos de los sentidos debe entenderse bajo el modelo dialéctico y no al revés.

En consecuencia, estar en desacuerdo también puede pensarse de las dos maneras; o bien esencialmente como algo que sucede al interior de las mentes de quienes están en desacuerdo – y por lo tanto algo que depende exclusivamente en el contenido de sus actitudes mentales – o algo que sucede en el espacio social del diálogo. 

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