La Teoría de la Relevancia como teoría naturalista de la normatividad lingüística

Es común decir que existen las reglas lingüísticas: 
tanto reglas semánticas como que “perro” se usa para hablar de perros,

como reglas pragmáticas como que hemos de afirmar solo lo que estamos justificados a creer es verdadero (la regla de calidad).

Pero, ¿en qué sentido las llamamos reglas?

En cierto sentido no son obligatorias,
ni existe un sistema de vigilancia que imponga sanciones a quienes las desobedecen.

Tampoco son instrucciones que seguimos cuándo usamos el lenguaje.

No son parte de lo que debemos aprender para saber usar un lenguaje.

Ni descripciones del comportamiento o las costumbres lingüísticas de les hablantes

en el sentido de que cualquier contra-ejemplo las haría falsas.

Cuando decimos mentiras, no falseamos la regla de calidad

Sin embargo, sí hacemos algo mal.

El reto es explicar en qué sentido esta mal mentir o usar la palabra “perro” para hablar de otras cosas que no sean perros.

Es decir, ¿qué tiene de malo desobedecer una regla lingüística? 


La respuesta que proponen teorías naturalistas como la de Sperber y Wilson es que:

Es racional esperar que la gente siga estas reglas.


En esta explicación, ambos conceptos son importantes:


“Racional’ nos dice que, por defecto, hay buenas razones para esperar que la gente se comporte así –donde estas buenas razones dependen de qué podemos esperar de la gente según su ‘naturaleza humana’, en particular, de su aparato cognitivo.

Pero también nos dice que estas razones son derrotables y podemos también tener razones para no esperar que la gente cumpla estas reglas.

“Esperar” nos dice que, mas que una creencia, estamos hablando de un dar por hecho provisional que sigue requiriendo del otro para cumplirse.






1. Tradicionalmente, el naturalismo está comprometido con que sólo hay hechos, no valores 

(ni mucho menos, hechos normativos):

Cuando parece que estamos hablando normativamente, en realidad, seguimos describiendo hechos. 

2. Nuestras teorías del lenguaje tradicionales están llenas de lenguaje normativo:

Decimos que hay reglas semánticas, gramáticas, pragmáticas, dialécticas, ortográficas, etc.

Decimos también que hay ciertos malos usos del lenguaje 

y que algunos de nosotros usamos peor el lenguaje que otros (¿los escritores, tal vez?).

Decimos que es incorrecto usar “rojo” para hablar de cosas verdes en vez de rojas, etc.

3. De (1) y (2) se sigue que una teoría naturalizada del lenguaje tiene que

3.1 o bien rechazar las teorías del lenguaje de sonido común con su vocabulario normativo

y proponer en su lugar nuevas teorías puramente descriptivas,

3.2 o bien  mostrar qué hechos descriptivos se encuentran detrás del lenguaje normativo

que usan esas teorías.


Por ejemplo, existe la regla de relevancia.

¿Qué hecho no normativo la explica? 


Sperber & Wilson proponer usar una estrategia evolutiva para lograr esto.

Esta estrategia ya ha sido adoptado por otrxs filósofxs para naturalizar otros discursos normativos

por ejemplo, en epistemología y en ética

y consiste en usar el siguiente esquema:


  1. De hecho, existe cierta especie o rasgo
  2. Si existe, es muy probable que haya sido porque ha sobrevivido (o ha contribuido a la sobreviviencia de su especie) lo suficiente como para ser objeto de presiones evolutivas. Esta probabilidad aumenta si el rasgo o especie es muy antiguo evolutivamente (si, por ejemplo, es un rasgo que aparece ya en especies anteriores en la jerarquía evolutiva)

Pero, por supuesto, ésta no es la única manera en que puede explicarse la existencia de una especie o rasgo dentro de un modelo evolutivo.

  1. Dicha superviviencia puede explicarse (con suficiente evidencia empírica) en términos adaptativos, es decir, en razón a la manera en que se adapto (o contribuyó a que su especie se adaptara) a su medio.

Pero, por supuesto, ésta no es la única manera en que puede explicarse la supervivencia de una especie o rasgo dentro de un modelo evolutivo.

  1. Dicha adaptabilidad, a su vez, puede explicarse en términos de cierta sensibilidad económica al medio, es decir, por la manera en que responde de manera adecuada (fiel y económica, es decir, sin requerir demasiado tiempo y esfuerzo) a características del ambiente que le permiten sobrevivir en él.

Pero, por supuesto, ésta no es la única manera en que puede explicarse la adaptabilidad de un rasgo dentro de un modelo evolutivo.

 Por ejemplo, el ojo existe y su función perceptual puede explicarse siguiendo este esquema diciendo que ha sobrevivido porque es una adaptación a nuestro ambiente porque nos permite captar información visual valiosa de nuestro ambiente de manera fiel y económica. De esta manera, sostiene esta propuesta, podemos explicar su confiabilidad sin tener que apelar a ningún concepto normativo.


Sperber & Wilson quieren usar este modelo para dar cuenta de su regla de relevancia. 

Solamente que lo usan en sentido inverso:

  1. Definen su regla de relevancia de tal manera que sea, por definición, sensible y económica.
  2. De ahí infieren que poseer dicho rasgo sería adaptativo para la especie humana.
  3. Esto contribuiría a su sobrevivencia.
  4. Por eso, hemos de concluir, que dicha regla existe.


La validez del esquema original, en un sentido no implica la validez del esquema argumental inverso, que es el que usan Sperber & Wilson.


Esto hace imperativo que la existencia de dicha regla se base en evidencia empírica independiente.

Después de todo, un naturalismo que trate de demostrar la existencia de un presunto rasgo natural de manera a priori sería por lo menos sospechoso qua-naturalismo.


Por eso la teoría de la relevancia ha buscado evidencia empírica a favor de (la existencia de) la regla de relevancia.


En su capítulo "Cognición, comunicación y relevancia", de 2020, Carmen Curcó presenta uno de los intentos de ofrecer dicha evidencia empírica apelando a la regla de selección de Wason.

Es un excelente ejemplo, porque encaja perfectamente en la motivación original de Grice:

mostrar como su teoría pragmática da cuenta de los casos en los que la interpretación de enunciados en los que ocurren conectivas lógicas – en este caso, “si” y “entonces” –

diverge de la ofrecida por la lógica clásica sin rechazar el que dichas palabras tengan dichas operaciones lógicas como contenido semántico – en este caso, el de la implicación material clásica.       





 

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