Sobre la Esperanza, a partir de Carlos Pereda
¿Qué distingue a las esperanzas que es bueno tener de las que no?
Como en cualquier otra actitud (como la creencia, por ejemplo), debemos distinguir entre dos maneras en las que podemos decir que es bueno esperar algo: en el sentido consecuencialista en el cual la actitud genera consecuencias positivas en nuestra vida mental y no mental, y en el sentido deontológico en el cual mantener una esperanza ea actuar de manera responsable en las circunstancias en las que actuamos.
Cuando compramos un boleto de lotería, por ejemplo ¿cuál es la (o las) actitudes que estamos justificados tener respecto a la proposición de que ganaremos? Claramente, no estamos justificados en creer que ganaremos, pero tampoco es meramente desear ganar, sino algo mas fuerte, intermedio entre ambos estados: esperamos ganar la lotería. Pero, ¿cómo caracterizamos este estado intermedio de esperanza?
[Aquí vale la pena hacer también una anotación terminológica. En español, usamos el verbo esperar, entre otros usos, para hablar tanto de expectativas como de esperanzas. Por ejemplo, quien compra un boleto de lotería no espera ganar la lotería en el sentido de tener la expectativa de ganar, pero sí en el de tener la esperanza.]
Según Carlos Pereda, S espera que p sii derrotablemente
- componente conativo: s tiene una actitud positiva hacia p
- componente cognoscitivo: s cree que p es factible (más que meramente posible)
- componente pagmático: s actua en pos de p
- componente espejo: s proyecta sus expectativa de p a la realidad, es decir, está más motivado a creer que p a creer que no p, al punto de auto-engañarse respecto a si p o no.
Muchas veces, además a la esperanza le acompaña un tercer componente:
Esta caracterización de la esperanza de Pereda sugiere inmediatamente una teoría normativa de la esperanza. Ceteris paribus, la esperanza de que p es correcta en tanto (en un grado directamente proporcional al grado en que):
- componente conativo: p efectivamente es bueno para s
- componente cognoscitivo: s está justificado en creer que p es factible (más que meramente posible)
- componente pagmático: las acciones de s en pos de p no son dañinas y están adecuadamente ligadas a la consecución de p
Un problema fundamental de esta caracterización es que no distingue la esperanza del deseo. Quien desea que p normalmente tiene una actitud positiva hacia p, cree que p es factible (más que meramente posible) y actúa en pos de p. Aurelia sugiera que la diferencia es que lo que distingue el esperar que p a desear que p es la naturaleza misma de p. En esto, probablemente tenga razón, pero la distinción no es tan simple, señala Pereda, entre decir que lo que deseamos es fáctico y lo que esperamos es moral.
Según Pereda, dado que estos componentes son tanto epistémicas como prácticas, no es de sorprender que la normatividad adecuada para este tipo de actitudes debe ser también tanto epistémica como práctica.
Pero además, continua Pereda, la normatividad epistémica involucrada no es simplemente la aplicación de la normatividad epistémica cognitiva normal al componente cognitivo, pues hay características especiales del componente cognitivos, propios de la esperanza, que provienen de la interacción de los tres componentes. Por ejemplo, cuando esperamos que p de manera equivocada, suele ser porque nos autoengañamos respecto a qué tan factible es p. Otra manera en la que los tres componentes interactúan para generar nuevas complejidades sobre la relación entre lo correcto del componente cognitivo y lo correcto de la esperanza es el caso en los que, es racional creer que algo es poco factible, pero es tan importante la motivación del componente pragmático, que sigue siendo correcto tener esperanza: por ejemplo, los revolucionarios que saben que lo más probables es que su rebelión sea reprimida violentamente mantienen la esperanza de triunfar pese a todo.
Angeles Eraña añade – y creo que tiene razón en est – que la esperanza no debe distinguirse solo del deseo y la creencia, sino también de algo mas fuerte como la confianza. Aun si no sé que p, pero tengo suficiente justificación para creer que p, no parece correcto esperar que p. Nos suena extraño decir que esperamos hacer bien nuestro trabajo si hemos hecho lo suficiente dentro de nuestras responsabilidades para hacerlo bien. Aun peor, si sabemos que mañana será jueves, suena absurdo decir que esperamos que mañana sea jueves.
Para Eraña, además, el cuarto componente, el del espejo, le parece presente en todas las esperanzas. Creo que tiene razón.
Mas que con incertidumbre que es una noción epistémica, Lara Scaglia sugiere que lo que está en juego es que uno espera que p no porque no sepa si p, sino porque p está fuera de sus manos y, sin embargo, p es consecuencia de algo que s hace. Siguiendo el ejemplo anterior, espero ganar la lotería porque ya hice lo que estaba en mis manos: comprar el boleto. Los rebeldes esperan la victoría porque hicieron su parte, pero saben que la victoria o derrota no está por completo en sus manos. Yo añadiría que tal vez p es precisamente porqué hicimos lo que hicimos. Compramos el boleto con la esperanza de ganar. Esto significa no solo que no sería racional comprar un boleto de una lotería que no esperamos ganar, sino que el ganar que esperamos explica porqué compramos el boleto. De la misma manera, no solo no sería racional levantarse en armas en una rebelión que no esperamos ganar, sino que nos levantamos para ganar. La esperanza, si Scaglia y su servidor tenemos razón, tiene una función eminentemente teleológica.
Tal vez una buena estrategia, sugiero, para caracterizar la esperanza y distinguirla de otros estados representacionales cercanos, sería preguntarnos no qué la distingue internamente de creencias, miedos, deseos, etc. sino preguntarnos por su función en nuestra vida mental. ¿En qué casos apelamos a la esperanza y porqué no apelamos en su lugar a otro tipo de actitudes? ¿Cuándo es necesario decir que es porque esperábamos algo que pensamos o actuamos de una manera u otra? Una hipótesis que sugiere Pereda – con la metáfora de la puerta – es que la función de la esperanza es permitirnos actuar con miras a un futuro incierto. La manera en que yo aterrizaría la sugerencia de Pereda sería diciendo que hay ocasiones en las que es racional actuar como si p pese a no saber ni estar justificados en creer que p. Es ahí donde adquiere relevancia la esperanza. Las esperanzas tienen una función motivacional central, especialmente en casos de pérdidas, resistencias y reinicios.
Una pregunta similar hace Atocha Aliseda, a saber, de dónde nos surgen las esperanzas. ¿Pueden inferirse de otro tipo de estados mentales? ¿Hay una especie de lógica de la esperanza?
Gustavo Ortíz sugiere también concebir a la esperanza como la actitud dual del miedo pues temer que p tiene las siguientes tres condiciones, duales de la esperanza:
- componente conativo: s tiene una actitud negativa hacia p
- componente cognoscitivo: s cree que p es factible (más que meramente posible)
- componente pagmático: s actua en pos de evitar p
Esteban Withrington complementa esta sugerencia de Ortíz Millán señalando que, en tanto que hay tres condiciones, hay diferentes estados mentales que también serían duales de la esperanza. Por ejemplo, la desesperanza tiene las siguientes tres condiciones, duales de la esperanza:
- componente conativo: s tiene una actitud positiva hacia p
- componente cognoscitivo: s cree que p no es factible (más que meramente posible)
- componente pagmático: s no actua en pos de p (pero tampoco la evita)
Es una buena pregunta, qué otras combinaciones corresponden a actitudes que existen ya en nuestro lenguaje y acervo conceptual.
Ambrosio Velasco, por el contrario, rechaza el fenómeno mismo: para él, nunca está mal esperar algo pues el sentido existencial de cada persona se cifra en sus esperanzas y en ese sentido juzgar las esperanzas es juzgar el ser mismo de cada quién. Aun si sé que p no sucederá, y no pueda hacer nada para hacer que p suceda, sigo estando en mi derecho de esperar que p. Como dice Carlos López-Beltrán, abandonar la esperanza es algo demasiado fuerte. Pero Pereda está en completo desacuerdo. A él le parece muy claro que a veces nos hace daño esperar ciertas cosas, tanto a nivel personal como colectivo. Andrés Villamil da un excelente ejemplo de una esperanza mala: el de un profesor machista que espera que a sus alumnos hombres les vaya mejor que a sus alumnas mujeres.
Atocha Aliseda pregunta si las esperanzas tienen un rol inferencial, y si es así, ¿cuál es? Prima facie, pienso yo, lo que tiene rol funcional es su contenido, es decir, p mismo. Y la pregunta es ¿Qué relación hay entre esperar que p y esperar que q cuando p y q están relacionadas lógicamente? Si p se sigue de q, por ejemplo, ¿quien espera que q debería también esperar que p o vice versa?
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