El Problema de la Existencia
Uno de los fenómenos más desconcertantes para los filósofos occidentales es el hecho de que percibimos, hablamos y pensamos (correctamente) de las cosas mas heterogéneas: ficciones, entes del pasado, situaciones meramente posibles, cosas que deseamos, que tememos, etc. ¿Significa esto que nuestra realidad es heterogénea y que la componen entidades (y propiedades) de diferentes tipos – lo que los filósofos llaman categoriás ontológicas como la ficción, el pasado, lo posible, lo deseable, etc.? Los que responden que sí tienen que explicar, entonces, cómo se relacionan los entes de estos diferentes tipos. Los que responden que no, es decir, los que piensan que la realidad es homogénea, tienen que resolver dos tareas más: en primer lugar, tienen que decirnos cuál es el único tipo de objetos que sí existen y justificar su decisión. En otras palabras, tienen que explicar porqué, de los diferentes presuntos tipos de cosas de las que hablamos y pensamos, es ese particular tipo el único que corresponde con la realidad. En segundo lugar, tiene que explicar, además, de qué hablan los enunciados verdaderos que parecen decir cosas sobre objetos que, según ellos, no existen.
Diferentes tipos de filósofos han dado diferentes tipos de respuestas a estas dos preguntas. Entre los que piensan que hay un sólo tipo ontológico de entidades hay quienes piensan que sólo los entes físicos existen, otros piensan que sólo los naturales, otros piensan que sólo los ideales, etc. Cada uno de ellos defiende su elección de diferentes maneras. Diferentes criterios se han postulado para distinguir el tipo de entidades que realmente existen: desde sostener que las entidades que realmente existen son sólo aquellas a los que apelamos para dar razón de nuestra experiencia, hasta decir que sólo podemos estar seguros de que existen realmente aquellas entidades cuya existencia podemos verificar directamente, etc. Respecto a la segunda pregunta, la estrategía más común entre los que piensan que la realidad es homogénea, desde Platón hasta nuestros tiempo, es argumentar que la aparente hetorgeneidad de la realidad sólo pertenece al lenguaje, la experiencia y/o el pensamiento, es decir, que no existe en la realidad sino que se la añadimos nosotros; que lo que los otros filósofos consideran diferentes maneras de ser de las cosas, en realidad no son más que diferentes maneras de experimentar, hablar o pensar la realidad. Por ejemplo, aquellos que, como John Locke, creen que todo lo existente es concreto, sostendrán que no existen entidades abstractas; que aun cuando existen términos generales en nuestro lenguaje, éstos no refieren a un tipo especial de entidades abstractas, sino a entidades concretos, pero que a veces hablamos de ellas de manera general. A este tipo de estrategias se les conoce como “nominalistas” porque tratan de defender la homogeneidad de la realidad moviendo su aparente heterogeneidad al ámbito lingüístico, pero estrategias análogas existen para dar cuenta también de la aparente heterogeneidad de nuestras percepciones y pensamientos.
A fin de cuentas, quien sostiene que la realidad es homogénea, pese a la aparente heterogeneidad que percibimos, de la que hablamos y pensamos, necesita mostrar que nuestra experiencia, pensamiento y lenguaje no son confiables guías hacia la realidad. En consecuencia, debe traducir lo que decimos, percibimos y pensamos, de manera que quede claro que, aunque parezca lo contrario, nunca nos referimos sino al único tipo de entidades que realmente existen. Por ejemplo, cuando decimos que, por ejemplo, la ballena es mamífero, aunque parezca que estamos hablando de una entidad abstracta – la ballena – en realidad estamos hablando sólo de entidades concretas – las ballenas, en plural. Esto gracias a que decir que la ballena es mamífero no parece ser sino decir que las ballenas son mamíferos. El lenguaje nos confunde y puede hacernos creer que, además de las ballenas concretas, existen las ballenas abstractas, pero no es así.
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