La Importancia de la Gramática para la Filosofía


Es un lugar común decir que la claridad es una virtud esencial dentro del texto filosófico de investigación. Desafortunadamente, la oscuridad sigue siendo un problema endémico en nuestra disciplina. La explicación tal vez se deba a un tipo de disociación cognitiva que los psicólogos sociales han llamado el “efecto de justificación del esfuerzo” (Aronson & Mills 1959, Abelson et. al. 2004). Según investigación empírica, los humanos tenemos la tendencia a valorar más aquello que nos cuesta más trabajo, ¡simplemente porque nos cuesta más trabajo! Así como irracionalmente disfrutamos más de un antro si tenemos que pasar antes por la aprobación del cadenero, así solemos valorar más ciertos textos filosóficos por el esfuerzo que nos costó trabajo entenderlos, en vez de por su calidad filosófica. Cuidado. (Sperber 2010)



Para garantizar que tu texto sea claro, hay muchas cosas que puedes, y debes hacer. Fundamentalmente, debes conocer bien tus herramientas de comunicación (primordialmente, el o los lenguajes en los que te comunicarás, pero también otros medios y materiales como diagramas, etc.) y tu audiencia (tanto sus rasgos psicológicos universales, como sus presupuestos particulares en el contexto de comunicación). Dado que la herramienta fundamental de comunicación del filósofo profesional es el lenguaje (oral y escrito) es muy importante que conozcas su gramática. A decir verdad, yo llegaría a sostener que la gramática es una de las aliadas más poderosas del filósofo pues nos fuerza a estructurar mejor nuestras ideas. Un enunciado correcto y elegante no se adecua fácilmente a una idea incorrecta y confusa. Después de todo, como han señalado John L. Austin, Maite Ezcurdia o su servidor mismo, el lenguaje es una herramienta de comunicación que ha alcanzado la forma que tiene actualmente gracias a que ha probado su utilidad a lo largo de siglos y siglos. En este sentido, las reglas gramaticales guardan la sabiduría práctica de millones de usuarios del lenguaje que han avalado su eficacia en la comunicación de ideas, desde la más simple a la más compleja. Si al tratar de escribir nuestras ideas terminamos con secuencias de palabras sin coherencia gramatical, eso es evidencia de que nuestras ideas no están lo suficientemente claras y bien formadas. La gramática no sólo nos obliga a dar a nuestras ideas por lo menos un mínimo de coherencia y estructura, sino que también nos ayuda y guía en la clarificación y corrección de dichas ideas. En otras palabras, la gramática no solo nos da pistas de cuando nuestras ideas no están lo suficientemente bien formadas, sino que también nos dice en dónde fallan o qué les falta. Si al tratar de expresar una hipótesis, por ejemplo, terminamos no con un enunciado sino con un nominal complejo, la gramática nos dice, no sólo que nuestra hipótesis está incompleta (pues el enunciado está incompleto) sino que sólo hemos identificado de aquello de lo que queremos hablar (que es la función de los nominales) pero no hemos dicho aún nada sobre ello (pues esa es la función de los predicados, que es lo que le falta al nominal para formar un enunciado completo). Conocer y explotar las reglas de la gramática es, pues, una herramienta muy valiosa para organizar mejor nuestras ideas:


Usa enunciados gramaticalmente completos, correctos y simples. 

Gramaticalmente Completos: Asegúrate que todos tus enunciados tengan un sujeto, un verbo conjugado y un complemento claros y en su lugar. En este respecto, el error más común es que a tus frases les falte verbo conjugado. Si eres muy cuidadosa en tu uso de los infinitivos (palabras que terminan en “-ar”, “-er” o “-ir”), gerundios (palabras que terminan en “-ando”, “-endo” o “-iendo”) y participios (palabras que terminan en “-ado”, “-ido”, “-to”, “-so” o “-cho”), puedes disminuir el riesgo de escribir frases sin verbos conjugados. También fíjate en que el sujeto, aunque implícito, sea claro. Por ejemplo, en vez de decir cosas como “se dice que …” o “se ha argumentado que “ o “se puede ver”, etc., busca decir claramente quién dice o quién argumenta o quién puede ver, etc. Esto es especialmente importante cuando este ‘quién’ eres tú mismo; un artículo de investigación no es el mejor lugar para ser modesto. Recuerda también que algunos verbos requieren, además de un sujeto, un objeto, y que algunas veces deberás cualificar tus afirmaciones. Finalmente, ¡no olvides poner un punto al final de cada enunciado!

Gramaticalmente Correctos: Ésta no es una clase de español, pero no por ello debemos tolerar faltas de ortografía, sintaxis o prosodia. Comúnmente cometemos errores como no conjugar bien los verbos o no mantener la secuencia verbal, por ejemplo cuando empezamos escribiendo un texto en presente y luego cambiamos a pasado y de repente ¡futuro! No es éste el lugar para recordarte el uso correcto de puntos, comas, punto y coma, etc. pero búscalas y ¡aprende a usarlas!

Gramaticalmente Simples: Otro error muy común, aún entre filósofos profesionales, es el de usar enunciados muy complejos donde uno simple funciona mejor. Si bien es cierto que, bien estructurado, un enunciado puede ser al mismo tiempo claro y complejo (Gopen & Swan 1990), es recomendable evitar los a veces llamadosenunciados chorizo(esos que parecen que ya van a terminar, pero siguen y siguen y siguen…). En su lugar, trata de expresar una sola idea en cada enunciado. Evita lo más posible la subordinación y yuxtaposición de enunciados. Fíjate, por ejemplo, en cómo usas conjunciones como “y”, “pero”, “además”, etc. Muchas veces, en vez de usarlas para juntar dos ideas en un solo enunciado, es más claro usar dos enunciados separados. Otra buena idea es respetar lo más posible el orden estándar de los enunciados, es decir: empieza con el sujeto, pon luego el verbo y finalmente el complemento, con el objeto directo primero, luego los otros. Ya sabemos que el Siglo de Oro Español nos dejó como legado la posibilidad de poner las partes del enunciado dónde se nos antoje, pero para comunicarse de manera clara y directa es mejor optar por lo más simple.


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